En primer lugar, la silla de oficina debe permitirte ajustar la altura de acuerdo a tu propia altura y a la longitud de las piernas. De este modo, tendrás los pies planos en el suelo y las rodillas se doblarán en un ángulo de 90º, llevando a cabo una correcta postura corporal.
Por otro lado, está el material. Mientras que los tejidos de polipiel o loneta son más sencillos de limpiar, la malla permitirá mayor transpiración. El resto de la silla puede ser de metales y plásticos, siendo de vital importancia apostar por materiales certificados.
Recuerda que estarás sentado en tu silla la mayor parte del día. Por ello, debes asegurarte de que el cojín del asiento sea el adecuado. La espuma de baja calidad no durará mucho, así que busca algo que no te moleste de inmediato cuando te sientes. En cuanto a su tamaño, evita que sea demasiado largo (para que no se incline hacia delante) y demasiado corto (las piernas no contarán con el soporte adecuado).